Cada día puede traerte una situación que te descentre.

Un comentario fuera de lugar, una mirada que incomoda, una reacción que no esperabas.

Los estoicos no evitaban el conflicto, pero aprendían a no quedarse atrapados en él.

Este hábito es un ancla sencilla y poderosa:

Cuando algo te sacuda, no respondas enseguida. Cierra los ojos y repite en silencio:
“Nada externo define mi valor. Estoy en calma. Estoy en mí.”

Es un gesto breve, pero transforma tu reacción.

Te devuelve el control, el equilibrio, la dirección.

Practícalo una vez al día.

O tantas como necesites.

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